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viernes, 27 de febrero de 2015

La tortuga y la rana


Cuenta una antigua leyenda que un día un zorro buscaba algún animal para saciar su hambre. De pronto, como por obra de los dioses, encontró una pequeña rana que cazaba mosquitos y pensó que ella sería el plato perfecto. Lentamente se acercó a la rana sin que ésta se percatara de su presencia. Pero una enorme y hermosa tortuga charapa que pasaba por allí sí se dio cuenta de lo que sucedía y le mordió la cola al cazador.

—¡Ay, mi colita! —vociferó el zorro adolorido. Cuando la rana oyó el grito se lanzó al agua, salvándose así de convertirse en almuerzo. Entonces el zorro, enfurecido, miró a la tortuga y le dijo:

—Ya que impediste que me comiera a la rana, ahora tú serás mi presa. 

Y acto seguido se lanzó sobre ella. Pero la valiente tortuga escondió de inmediato las patas y la cabeza debajo de su caparazón. El zorro intentó sacar a la tortuga pero todo fue inútil. Luego, quiso romper el caparazón, pero tampoco pudo porque era macizo y muy duro. Entonces, el desesperado zorro le gritó a la tortuga:

—¡Te lanzaré al cielo para que te rompas cuando caigas! 

A lo que la tortuga respondió:

—Si quieres, hazlo, pues me encantaría ir al cielo y jugar con los pájaros en medio de las nubes.

El zorro, cada vez más furioso, le dijo:

—Pues entonces te arrojaré al fuego para que te quemes, y te comeré bien asada. 

La tortuga, riendo, le contestó:

—Me parece perfecto, tengo mucho frío y me gustaría calentarme un poco. 

Entonces, el iracundo zorro le gritó:

—¡Lo mejor será lanzarte al agua para que te ahogues!

La tortuga, que tenía fama de ser muy inteligente, replicó gimiendo:

—¡No, no, no, por favor! No me tires al agua, moriré.

El zorro, feliz de haber encontrado la manera de matar a la tortuga y comérsela, la lanzó al río. Pero había caído en la trampa: la tortuga, feliz, nadó en medio de la corriente hasta donde estaba la rana.

Entonces, las dos amigas le gritaron al zorro:

—¡Ven zorro cobarde, ven a buscarnos! 

Ante el reto de los dos animalejos, el zorro se lanzó al río sin siquiera pensarlo. Y como es de suponer, fue arrastrado por la terrible corriente y sólo pudo salir con vida después de nadar por largo tiempo.

Desde aquel día, el zorro no confía en las tretas de la tortuga y prefiere no molestarla, y los animales admiran a la tortuga charapa por haber burlado a aquel animal.


Ilustración: Alejandra Higuita

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