En una pausa no hay música, pero la música se produce con ella.
En la melodía de toda nuestra vida, la música se interrumpe aquí y allá por las pausas y pensamos tontamente que hemos llegado al fin de la melodía.
¿Cómo lee el músico la pausa?
Mírale mover el compás con un cálculo invariable y pasar a la nota próxima con tal precisión y firmeza como si no hubiese habido interrupción alguna.
Es nuestro deber aprender la melodía y no desmayar en las pausas. Ellas no tienen que ser pasadas ligeramente por alto, ni ser omitidas, ni para destruir la melodía ni cambiar la nota tónica.
Si nos decimos con tristeza: No hay música en una pausa, no olvidemos que con ella se produce.
El hacer música es un proceso lento y penoso en esta vida.
Enfermedades, proyectos que se paralizan, interrupciones en nuestras tareas que nos hacen dudar si podremos continuar, ausencias que nos congelan, seres queridos que desean partir y que nos hacen sentir que la vida se quebró...
Pausas... Muchas pausas y luego la melodía sigue. A veces no tan afinada, otras llena de fuerzas...
Una canción que por momentos tiene estrofas del Himno a la Alegría y en otros de la Canción del Adiós...
De pausa en pausa la música sigue y con el tiempo llega a convertirse en la mejor sinfonía. Notas que van y vienen y a veces salpican...
Y en éso nuevamente una pausa interrumpe nuestra obra...
Podemos decidir dejar de componer esta canción de la vida o podemos en esas pausas buscar los acordes mejores para seguir cantando, fuertes, sin que nos tiemble la voz, con ansias, aún cuando por momentos nuestra melodía pueda parecerse a un grito...
Quizás algunas personas puedan componer su obra sin reparar demasiado en ella en cambio el mejor músico es el que logra encontrar en cada pausa la esencia que le permite componer un himno a la vida.
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