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martes, 25 de noviembre de 2014

truco casera para los puntos negros de la nariz


Los puntos negros(también conocidos como barritos o espinillas) son antiestéticos y una preocupación para aquellos que los padecen habitualmente. Pero no es cuestión de alarmarse: estetruco casero que te proponemos a continuación es perfecto para que tu cutis quede limpio y sin esos barritos.

Ingredientes:
Un litro de infusión de manzanilla
Un limón
AzúcarProcedimiento:

Debes comenzar este tratamiento contra los puntos negros de la nariz preparando el litro de infusión de manzanilla. Claro está, directamente en una cacerola, coloca algunas cucharadas de flores (o saquitos de té) en el litro de agua. Cuando rompa hervor, simplemente colócate para que los vahos den en tu rostro y, de esa manera, lograr abrir los poros y limpiar el cutis.

Una vez que ya has pasado varios minutos así, tienes que exfoliar tu rostro empleando azúcar con zumo de limón. Permanece con la mezcla durante 15 minutos en tu rostro.

Ya para ir finalizando este truco casero contra los barritos, lo ideal es enjuagarse el rostro con mucha agua fría. Es que esto servirá para que los poros se cierren y, de esa forma, evitar que rápidamente se formen en tu rostro de nuevo.

licuados para bajar de peso en una semana

licuados para bajar de peso en una semana

Recetas de licuados para bajar de peso en una semana; sencillos, fáciles, rápidos de preparar y con gran aporte nutrimental que te hará sentir muy bien.
La única regla para la dieta de los licuados para bajar de peso en 7 días, es eliminar de tu dieta todo tipo de carne, pollo o pescado.
Puedes incluir huevo, queso o leche, pero para fines del aprovechamiento proteico de los licuados, debemos evitar los alimentos mencionados.
Cuándo tomar los licuados para bajar de peso en una semana
Estos licuados deberás consumirlos 3 veces al día: uno por la mañana en ayunas, uno a medio día dos horas antes de la comida, y uno más como cena o merienda.
El resto de los líquidos que puedes ingerir es únicamente agua natural.
Queda prohibido consumir refrescos, bebidas alcohólicas o azucaradas. Si lo deseas puedes reemplazar la leche de vaca por leche vegetalpara estos licuados para bajar de peso en una semana. Puedes hacer tus propias mezclas de licuados, tan sólo evita endulzarlas, y usar los frutos prohibidos: mango, piña y papaya.
El número de comidas sólidas que puedes hacer el día son dos. Una durante la comida principal, cerca de las 3 pm y otra comida corta antes de la cena, cerca de las 5:30 pm. Cosas que puedes comer: ensaladas frescas, huevo, sopa de verduras, queso asado, arroz, frijoles, calabacitas en guisado, lasaña vegetariana, pizza vegetariana, etc.
Recetas de los licuados para bajar de peso en una semana
Licuado alto en vitamina E y Omegas
1 taza de leche, ½ plátano, 5 nueces, ½ taza de yogurt, hielos al gusto, 5 fresas.
Las propiedades nutrimentales de este licuado son altas en vitaminas y omegas, los beneficios: piel más tersa y limpia, disminución del apetito, más energía durante el día.
De los licuados para bajar de peso en una semana, este es uno de los más completos y por ello es mejor que lo bebas en la mañana. Es posible que al principio vayas al baño con más frecuencia. Es normal y no debes alarmarte, sucede porque tu cuerpo está desechando toxinas y limpiando el colon.
Licuados altos en vitamina C y A
1 taza de jugo de naranja, ½ taza de frutos rojos, 1 cucharada de amaranto.
1 taza de jugo de toronja, 2 albaricoques, 1 cucharada de miel.
Los licuados para bajar de peso en 7 días, deben ser estrictamente preparados con la finalidad de que tu cuerpo adquiera nutrientes de calidad en cada toma. Estos dos licuados son perfectos para el medio día, pues activan la creatividad, quitan el sueño, y convierten la glucosa en glucógeno en el cuerpo. Tienen la propiedad de elevar el sistema inmune.
Licuados altos en fibra y antioxidantes
1 taza de leche, 5 higos, 5 almendras, un chorrito de vainilla.
1 taza de yogurt natural, hielos, 1 manzana, 1 cucharada de avena.
Con estos licuados para bajar de peso en una semana, te irás a la cama sin hambre, descansado y además podrás dormir mejor, ya que los minerales que se hallan en las propiedades de estas frutas, relajan el sistema nervioso ayudándote a conciliar el sueño con mayor facilidad.
Sigue adelante con el plan de los licuados para bajar de peso en una semana, puedes repetirlo hasta una vez por mes, y descubrir las bondades de esta nutritiva y fácil dieta para bajar de peso.
Mejora tu apariencia desde adentro con estos licuados para bajar

EL MEJOR TRATAMIENTO NATURAL PARA LA DIABETES



EL MEJOR TRATAMIENTO NATURAL PARA LA DIABETES ctualmente hay toda una tendencia en dejar a un lado procedimientos farmacológicos y optar por el tratamiento natural para la diabetes, que no es invasivo y donde el paciente aprende a tomar responsabilidad por su salud.

Es que hoy en día resulta muy común conocer o saber de alguien que padece diabetes tipo 2. La razón es escalofriantemente sencilla: una mala alimentación aunada a una falta de actividad física propician que esta enfermedad aparezca en personas adultas, mayores de 40 años. 
Son muchas las recomendaciones a seguir, pero en general nuestra primera acción a tomar sería, por supuesto, acudir a un médico. El hecho de que nuestro tratamiento sea natural no impide que seamos examinados por un especialista, y aún más, es necesario que la diabetes sea vigilada médicamente.
Cómo es el tratamiento natural para la diabetes
Una corriente muy extendida es la dieta cruda. Los naturistas apoyan esta iniciativa porque, siendo que la diabetes es una enfermedad eminentemente moderna producto de una alimentación artificial basada en harinas y azúcares refinados, está más que comprobado que ingerir productos naturales (ciertas frutas, vegetales, hortalizas, brotes de granos) hace que el cuerpo se desintoxique y ayuda a la producción de insulina. Claro, debes estar consciente de que tu vida cambiará radicalmente. Un consejo: aceptar estos cambios te aportará paz y estabilidad emocional, en lugar de luchar contra ellos, pues la aceptación es el comienzo de la curación.
Recomiendan que esta dieta cruda se haga durante 30 días seguidos (recuerda: supervisión médica), al cabo de los cuales verás resultados alentadores. Uno de los cambios a los que te enfrentarás es que ciertos alimentos ya no serán parte de tu cotidianidad, como la leche y productos lácteos, el trigo y todos sus subproductos (pan, galletas, tortas), el azúcar refinada y la dulcería en general y, por supuesto, las bebidas alcohólicas.
Consejos para optimizar el tratamiento natural para la diabetes
Para ayudar en este tratamiento natural, hay también infusiones hechas con ciertas hojas, como la hoja de higuera, por ejemplo. Esta es ampliamente recomendada para tratar y, según algunos, hasta llevar a remisión esta enfermedad crónica. La receta es muy sencilla: se hierven las hojas y tomas esta infusión a lo largo del día todos los días. La hoja de higuera ayuda a que el organismo necesite menos insulina y controla naturalmente su producción.
Otro auxiliar muy utilizado es la canela, que resulta una muy buena opción ya que “simula” la insulina: si tomas media cucharadita de canela en polvo al día, suavizarás tus membranas celulares.
Por otra parte, el extracto de semillas de uva protege las células del hígado de los radicales libres del oxígeno producidos por el azúcar en la sangre, y bastará con que muelas las semillas y las coloques en cápsulas de gelatina; tomar 3 cápsulas al día, en cualquier momento, será suficiente.
Y otra receta: toma antes de acostarte tres o cuatro cucharadas de aceite de oliva, te protegerá de la diabetes y ayudará a reducir el colesterol malo y los triglicéridos. Puedes mezclarlo con jugo de limón.

lunes, 10 de noviembre de 2014

El Amor no necesita ser perfecto

El amor no necesita ser  solo necesita ser verdadero y durara  para siempre

Estado Civil :

Estado civil :
feliz y completamente enamorada de mi esposo

Amor es una palabra que muchos pronuncian

Amor es una palabra que muchos labios pronuncian pero muy ´pocos corazones sienten

Hoy Mi cuerpo No es Perfecto


Hoy Mi Cuerpo no es Perfecto
pero tengo unos Hijos maravillosos
Y estoy Orgullosa de ellos!!

No Vivas Dando tantas explicaciones

No vivas dando tantas explicaciones
tus amigos no las necesitan
tus enemigos no las creen
y los estupidos no las entienden

Lo Que hoy No se valora

Lo que hoy no se valora
mañana se lamenta
 

sábado, 8 de noviembre de 2014

" MUÑECA DE TRAPO "



"Muñeca de trapo,

bella cuando era nueva

hoy tirada en un rincón

con lazos descoloridos

ojos de un triste mirar.


¿Quién en ese estado te dejo?

¿Quién tu belleza no supo valorar?

¿Quién te dejo tirada en un rincón?

¿Quién rompió tu corazón

muñeca de triste mirar?

Vestida de tul raído por el uso

mejillas coloradas,

aun estando abandonada

quizá por vergüenza

de estar botada en un rincón.

Ya tu dueña te dejo

por otra muñeca nueva

¿De qué sirve quejarse

del destino que te toco?

¿muñeca de triste mirar?.

Esa era la queja de una muñeca de trapo, cuando vio que su dueña la cambio por una muñeca nueva y la dejo en un desván, era una muñeca de ojos verdes y una mirada que destrozaba el corazón, tenia las trenzas desechas, el vestido sucio, descalza pero aun así conservaba su belleza. Pero pasado los años, cuando su dueña, que ya era toda una señorita, al limpiar el desván la encontró y recordó lo feliz que fue con aquella muñeca, dijo: ¡Así como yo fui feliz contigo, así que sea feliz otra niña!, la tomo entre sus manos , lavo a la muñeca, la peino y le puso lazos nuevos en sus trenzas, cambio el vestido viejo por otro nuevo y le puso zapatitos de gamuza. La llevo a un orfelinato para donarlo, pasado un tiempo en el cumpleaños de una niña abandonada, fue envuelta en papel de regalo, la muñeca quedo a oscuras hasta que escucho la voz de su nueva dueña, una niña inocente de cinco años, feliz de tener una muñeca de trapo, desde aquel día la muñeca de triste mirar, tenía el corazón contento porque aprendió que su destino era hacer feliz a las niñas sin importar que cuando crezcan la abandonen en un rincón.

Este cuento es mi aporte a la niñez espero que sea del gusto de ellos. No soy escritora pero es lo que me nace y lo pongo en estas lineas. (Ana Salazar)

" EL PRÍNCIPE FELIZ "


En la parte más alta de la ciudad, sobre una gran columna, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.


Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.

Por todo lo cual era muy admirada.

-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte- . Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico, cosa que, en realidad, no era.

-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.

-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.

-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.

-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?

-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.

Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad. Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.

-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.

Y el Junco le hizo un profundo saludo.

Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.

Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.

-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.

Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.

Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo. Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.

-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.

Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.

-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.

-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco. Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.

-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!

Y la Golondrina se fue.

Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.

-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.

Entonces divisó la estatua sobre la columna.

-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.

Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.

-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.

Y se dispuso a dormir.

Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.

-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.

Entonces cayó una nueva gota.

-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.

Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota. La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.

Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.

-¿Quién sois? -dijo.

-Soy el Príncipe Feliz.

-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina- . Me habéis empapado casi.

-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placeres la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

«¡Cómo! ¿No es de oro de ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.



-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa.

Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarla el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas

revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!

-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas, volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.

Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.

-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.

-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.

Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad. Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.

Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.

Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.

-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!

-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial - respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!

Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el ghetto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.

Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.


La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.


-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor. Y cayó en un delicioso sueño.

Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.

-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.

Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.

Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.

-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!

Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local. Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...

-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.

Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.

Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.

Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:

-¡Qué extranjera más distinguida!

Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.

-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?

-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.

-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.

-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?

-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.

-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso. Y se puso a llorar.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.

Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.

El joven tenía la cabeza hundida en sus manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.

-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.

Y parecía completamente feliz.



Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.

Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.

-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.

-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina. Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.

-He venido para deciros adiós -le dijo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?

-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.

-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.

-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.

-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.

Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.


-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.

Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.

-Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.

-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.

-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.

Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños. Le habló de los IBIS rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.

-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.

Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.

Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras. Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.

- ¡Qué hambre tenemos! -decían.

-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.

Y se alejaron bajo la lluvia.

Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.

-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.

Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.

Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.

-¡Ya tenemos pan! -gritaban.

Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.

Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían. Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.

La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.

Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.

Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.

-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.

-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.

-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad? Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.

En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.

El hecho es que su corazón de plomo se había partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.

A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.

Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.

-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!

-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.

Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.

-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado - dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.

-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.

-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.

Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea. Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.

-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.

Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.

-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.

-O la mía -dijo cada uno de los concejales.

Y acabaron disputando.

-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como deshecho.

Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.

-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.

Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Hoy olvida lo que te duele


Brindo por esas personas


Mi familia


La vida es u. Resumen de 5 palabras


Si el amor son mariposas


Si el am or son mariposas entonces los celos que son?
Abejas africanas?

El amor es de dos


El amore s de dos pero nunca falta la zorra que no sabe contar

Dios te pido fuerza


Dios te pido fuerza,paciencia y prudencia 
O si no un millón de dólares y yo
Me las arreglo sólita 

No me importa


No me importa lo que la gente diga de mi 
Yo no me califico por la opinión de los demás 

Las personas envidiosas


Las personas envidiosas son como los grillos
Hacen mucho ruido pero te acercas y callan

Buenos Dias que tengan lindo día


Las cosas pasan por una razón


Las cosas pasan siempre por una razón 
Y sólo Dios sabe porque

domingo, 2 de noviembre de 2014

Hola amigos les deseo feliz navidad


Merry christmas


Que esta noche sea llena de dicha


Feliz navidad 1


Feliz navidad


Navidad 2014


Felices fiestas 1


Que Jesús iluminé con su luz


Que esta navidad este llena de paz


Mi hija